Cuando instauras una costumbre — llámalo ritual — en tu vida, a la mínima que varía en algo ya no es como lo tienes interiorizado: no te hace sentir lo mismo, no es el mismo lugar ni la misma compañía, ni es tan automático. Cuando algún factor se altera, tienes que poner más atención a ello porque deja de ir todo tan rodado y de forma tan natural.
Eso es lo que me pasó el martes al intentar escribir en otro momento del día, en otro lugar con distracciones y con más compañía que mi taza de café matutina. No culpo a nadie que estuviera rondando a mi alrededor, soy yo conmigo misma quien tiene que cambiar esa percepción para lograr aislarme entre el bullicio y no dejar que mis pensamientos se esfumen como el humo de un cigarrillo.
Es curioso que leyendo no tengo este problema: puede estar la tv encendida o incluso encontrarme en la terraza de un bar abarrotada de diversas conversaciones y tonos de voz, que puedo dejar pasar todos esos alicientes externos y centrarme en lo que leo. Esto lo asocio al hecho de que escribir conlleva un sobre esfuerzo, es poner tu intención en la escritura; al final no deja de ser mantener una conversación conmigo misma y a la que oigo otras palabras, estas se mezclan creando frases inconexas sobre el papel.
Cada vez que intento escribir en el diario fuera de mi rutina tardo el doble de tiempo y siempre me acabo yéndome por las ramas del tema que he empezado a abordar, me repito que tengo que salir del ensimismamiento y volver a donde estaba. Esto no está ni bien ni mal, simplemente es otra actividad en cuya tarea principal es volver al presente, volver a centrarme en lo que hago — una tarea sencilla — y dejar de lado los enredos en los que la mente me mete, desinhibirme del resto de sentidos que me a otros pensamientos y centrarme en mi momento actual; lo que se denomina meditar.
Como todo lo que cuesta, da pereza y preferimos esquivarlo y hacer lo que nos parece fácil, pero si queremos evolucionar solo nos queda aprender e intentarlo una y otra vez aquello que nos parece incómodo, poniendo toda nuestra intención y nuestro foco. Recuerda que cuando logras realizar algo que te es duro son dos cosas las que has logrado: haberlo logrado, y haberte superado dejando de lado las limitaciones que te habías autoimpuesto.
Te aseguro que lo segundo es doblemente honorable; dice de ti que tienes la capacidad de visualizarte logrando tus mayores retos y enfrentándote a tus mayores miedos, dice de ti que eres muy valiente.