juego
Hace varias semanas que no me sentaba aquí y me ponía a escribir. Hay días que ni me acuerdo y confío en que eso es bueno porque no lo necesito, es como si mi cabeza tuviera — dentro de un nivel — bajo control los pensamientos y las emociones que me conforman. Es una señal de que estoy pudiendo sobrellevarlo yo sola, algo que hace un tiempo hubiera sido imposible. Aunque, es verdad que volver a hacer uso de estas herramientas siempre es volver a casa, es un espacio seguro donde soltar todo aquello que puede estar presionándote el pecho y a la vez poniéndote la zancadilla, impidiendo que el curso de tus tareas marche como las tenías planeadas por el simple hecho de que eres tú mismo quien las bloquea.
Creo que cuando necesitas volver a estos espacios seguros, tan personales y variopintos, cuando realmente los ansías y te desvives por ellos, es realmente por pura supervivencia. Nadie puede aguantar mucho tiempo sin estos salvoconductos cuando tu cabeza y tu cuerpo físico están diciendo basta, el cuerpo sabe lo que necesita y hasta que no lo consiga no va a parar de llamarte la atención. Aunque muchas veces (muchísimas en realidad) esos gritos de socorro que tu interior te echa están tan contaminados por las voces de tu cabeza que no llegas a oírlos, y mucho menos a entenderlos. Ahí la dificultad del juego: cómo voy a saber cómo actuar para hacerme bien si el ruido dañino no me deja saber qué es lo que me pasa ¡BOOM!
Pero lo que no sabe la mente es que te conoces y puedes ponerte a hacer aquello que sabes que te calma el bombo: entrenar, leer, cocinar, caminar, estirarte, escribir, correr, coser o escuchar música. Da igual lo que sea, pero dale al play, abre el libro o ponte las zapatillas y hazlo. Al principio estarás agobiado de cojones, no serás consciente ni de lo que estás haciendo ni cómo. Pero sigue, tira, hazlo por inercia. Hazlo no solo con la mente nublada de todo lo que te atormentaba ya de antes, sino añadiéndole los nuevos pensamientos limitantes que te dicen qué narices estás haciendo. Son solo ruido, recuérdalo. Ruido que tú mismo has dejado que entren en ti y te calen hasta los huesos. Así que si los has acogido, también tienes el poder de dejarlos ir, y aunque no lo creas, poco a poco se van a ir de desvaneciendo de tu mente, cada vez su volumen va a ser más bajo.
Y si quieres que te cuente un secreto: no es que desaparezcan de tu mente, sino que lo hacen de tu campo de visión, has bloqueado su entrada y ya ni los sientes ni padeces, quedan en una ventana minimizada del escritorio. Ese es el mayor superpoder que tenemos, es la forma de tener paz mental y tranquilidad, poder escuchar con claridad y entender lo que nuestro interior — ese instinto que tanta razón tiene y muchas veces ignoramos.