Hoy hablando con A me he dado cuenta de que la gente te promete la luna, y siendo honestos, nadie te la da de verdad. Creo que el comprometerte con alguien diciendo que vas a darle tanto de ti, no solo es un riesgo de decepción por tu parte, sino también hacia el otro. Al final no deja de ser una autoexigencia que te has impuesto para satisfacer al otro, o para impresionarlo, o lo que es peor, para no perderlo.
No cumplir con ello conlleva la pérdida de tu palabra hacia los demás, la invalidez de tu compromiso. En ti se crea este mismo sentimiento, además de añadir a la ecuación la desilusión que percibes en el otro al no haber sido capaz de darle todo lo que dijiste, una sensación de fracaso y pérdida. La decepción es mutua. Es como en un debate político, cuando te prometen que cambiarán tu ciudad y tras cuatro años de legislatura solo han subido un 0,1 % las pensiones y han cambiado los contenedores de tu calle. O como las palabras de tu ex que el viento se las llevó.
Entiendo que las cosas que te propones se digan en voz alta para compartir y comprometerte aún más, porque sabes que en un tiempo te preguntarán por su trayectoria y tendrás que rendir cuentas. Lo que no comprendo es cuando en esa propuesta entran en juego el cumplimiento de las expectativas ajenas. Creo que hay reside el error de las de tantas decepciones: jamás prometas lo que vas a dar cuando las cosas salen del corazón, porque todo es tan maleable que habrá algo que no podrás cumplir a rajatabla. Y es ahí cuando la persona con la que compartes dicha relación pensará que le has fallado, por mucho que lo hayas intentado y luchado, habrá algo en ella que no quedará satisfecha del todo. Puede que la persona sea empática y valore tu esfuerzo realizado, e incluso llegue a entender no haber recibido a todo lo que le prometiste en su día; pero quedará una pequeña espina clavada en su talón que le hará dudar la próxima vez que le prometas algo.
Con esto no digo que haya que ir fluyendo — algo tan en boga y que cada día detesto más — y dejarse llevar sin dejar claras tus intenciones y aspiraciones. Más bien me refiero a que no le comas la oreja y seas claro, y con un poco de reflexión y comunicación nos podamos ahorrar muchas desilusiones y pérdidas de fe en la sociedad.